Elvis lo tenga en su gloria.

1. El rock ha muerto: una frase que aún duele
“El rock ha muerto”, lo has leído, lo has escuchado, incluso lo has sentido. Es una frase que flota en el aire como un mal presagio desde hace (bastante) más de dos décadas. Una lápida simbólica para un género que marcó generaciones enteras y que ahora, dicen, ha sido reemplazado por el urbano latino y el trap.
¿Pero ha muerto de verdad?, bueno, es una pregunta difícil de contestar, aunque, admitámoslo, lleva veinticinco años al fondo del plano, como una vieja gloria que ya solo consigue papeles secundarios. Y, sinceramente, no creo que sea apropiado echarle la culpa a la industria. Hoy en día existen medios (Internet) para darte a conocer si tienes un mensaje y una forma de transmitirlo realmente originales, y aprendes cómo llegar a tu público, claro. No, honestamente creo que los roqueros (aún) no hemos sabido reinventar el género con éxito desde que terminó la era del grunge.
La frase duele porque, en cierto modo, es verdad. El rock, tal como lo conocimos, ya no es el núcleo de la cultura joven, ya no ocupa las portadas ni es tendencia. Pero cuidado, que algo no sea visible, no significa que esté muerto. A veces una bestia herida se esconde en la oscuridad, esperando su momento para rugir de nuevo.
2. El grunge, adolescencia y sanación: cómo una generación encontró refugio en la distorsión
A quien os habla el grunge le salvó la vida, casi literalmente.
Tenía quince años y perdí a mi primer amor. Ella se mudó exactamente a la otra punta del mundo. Y sumado a que jamás encajé en el puto colegio, aquella época se me hizo muy cuesta arriba. Odiaba el fútbol y me fascinaban los cómics y el terror; todo eso me convirtió en un outsider desde muy temprano. Dolor y falta de pertenencia fue el pan duro de cada día.
Y entonces descubrí Nirvana.
Y detrás vinieron Soundgarden, Alice in Chains, Mark Lanegan…
Recuerdo sentir que esa música tan jodidamente maravillosa, el bendito Sonido Seattle, había sido compuesta para mí, como si alguien al fin hubiera puesto en acordes distorsionados todo mi caos emocional.
¿Lo recuerdas? Era una música tan sucia como hermosa, tan rota como auténtica. Y por primera vez me sentí comprendido.
Fue ahí cuando entendí que el arte podía sublimar el dolor y que componer, cantar y tocar la guitarra era una forma extraordinaria de curarse a uno mismo.
Desde entonces supe que tenía una misión: devolverle al prójimo lo que esa música me había dado.
3. Quién mató al rock (y por qué no vamos a perdonarlo tan fácilmente)
No fue un asesino solitario, el rock no murió por un disparo letal y certero. Lo fueron matando poco a poco con veneno, con la apatía de unos, con el poco gusto musical de otros.
Lo mató una industria que priorizó la pose sobre la emoción y el algoritmo sobre la autenticidad, lo malhirió el refrito continuo de las mismas fórmulas, lo asesinó el miedo a tomar riesgos, a fallar, a romper los moldes de nuevo.
Y las siguientes juventudes fueron cómplices, pensaron que el canto gangoso del auto-tune molaba más que el grito en los estribillos, que frasear sobre bases era más meritorio que dominar un instrumento, que compartir reflexiones profundas o sublimar el dolor mediante la música no tenía flow.
Pero, como dije, no vamos a perdonarlo tan fácilmente; porque el rock no era solo música, era una forma de estar en el mundo, un espejo roto donde mirarnos sin filtros.
Y si cayó, fue, sobre todo, porque los propios roqueros no le metieron las vitaminas necesarias en la sangre al género, y en vez de innovar se durmieron. Pero algunos mantuvimos un ojo abierto, algunos quisimos seguir componiendo desde las entrañas y hacernos preguntas. Algunos buscamos averiguar cuál es el siguiente paso evolutivo que el rock necesita; porque sentimos que este animal aún está vivo.
4. La industria cambió, pero el espíritu sigue vivo (y hambriento)
Hoy la corriente mayoritaria baila al ritmo del pop urbano, los influencers y los loops reciclados; pero eso no significa que el rock no tenga su sitio, fuera de las listas del momento, claro.
Regresó a los circuitos marginales y debe pasar necesariamente por el laboratorio, por nuevos procesos de experimentación, por el estudio casero de gente como tú y como yo, grabando con lo puesto, pero con el corazón ardiendo.
El rock podría ser una forma de resistencia contra la música carente de alma. Con bandas y artistas que no busquen llenar estadios, sino corazones hambrientos de mayor profundidad sonora, buscando ser testimonio más que tendencia.
Piensa en eso, es hermoso, que si el rock ha de volver sea por la necesidad vital de expresar ideas más conscientes.
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5. Si el rock resucita debe ser distinto: La tesis del neorock
No sé tú, pero yo estoy hastiado de revivals y refritos. Somos muchos los que desde hace décadas queremos escuchar algo realmente nuevo dentro del género, algo salvaje, imprevisible y jodidamente profundo.
De ahí que os proponga esta idea: construir el neorock, que ya toca, ¿o no?
Un renacimiento, sí, pero con genes mutados y no otro clon más de lo que ya conocemos; sin posecitas, sin nostalgia vacía.
Y aquí hacen falta músicos que no copien el pasado, sino que lo usen como una mochila propulsora hacia una nueva evolución radical del rock.
Todo ello en pos de hallar una música que no pida permiso para sonar sucia a la par que virtuosa o para mezclar voces guturales con violines, por ejemplo. Que no tengo miedo de ser extraña y honesta.
El neorock será más que un género, será una actitud y una forma de salirse del patrón.
6. Ideas salvajes para resucitar el rock partiendo de la última reinvención auténtica: el grunge
El grunge fue el último gran frenesí del rock, todo lo que vino después fueron fotocopias de lo anterior.
Por lo que tendría sentido partir de este género maravilloso para reinventar el rock, así comenzaríamos desde el último punto real de ruptura. Si bien necesitamos mezclar, experimentar y atrevernos.
He reflexionado mucho sobre ello (y lo seguiré haciendo) en más de un paseo, y aquí te muestro algunas de las ideas que se me han ido ocurriendo.
6.1: Transformación musical progresiva dentro de una misma canción: comenzar en terreno seguro y transitar hasta regiones sonoras inexploradas. Por ejemplo pasar de un concepto que recuerde al pop británico a un sonido tipo música tribal oscura, o del folclore al caos industrial.
6.2: Fusiones potentes que parten del grunge y lo mezclan con:
• Tribal synthwave.
• Dark trip-hop.
• Industrial noise.
• Psychedelic jazz.
• Goth surf.
• EBM.
Y cabría utilizar herramientas de IA, como Suno, para bocetar estas fusiones tan interesantes, por qué no. Podemos obtener piezas completas en segundos y, si somos muy creativos mezclando géneros, dar con la clave para resucitar el rock. Aquí la inteligencia artificial nos sirve como laboratorio y medio de inspiración. Y puede aportarnos ideas que nosotros, más tarde, pulamos, optimicemos y adaptemos para crear nuestras propias composiciones originales con el objetivo de grabarlas, de producirlas más adelante.
6.3: Usar el mundo como instrumento: los sonidos de una tormenta, los chirridos de un complejo industrial abandonado, el murmullo de las olas del mar, el eco en una caverna. Grabar donde se sienta la emoción, no solo donde suene “bien”.
6.4: Del canto gutural al cuarteto de cuerda: el canto gutural del metal más extremo aún permanece en el submundo cultural y, se dice, que ya la utilizaban los vikingos para intimidar a sus enemigos. También está el khoomei mongol, un gutural que produce dos sonidos distintos al mismo tiempo, una voz grave continua y unos armónicos agudos. Ellos lo utilizaban como una expresión de respeto hacia la naturaleza, los antepasados y los héroes de su pueblo. Pero tampoco olvidemos que los nativos americanos tenían igualmente su propia forma de cantar semiguturales, como parte de una música ritual, para conectar con los espíritus, la naturaleza y sus ancestros. Imagina estas influencias increíbles para el nuevo sonido del rock. Y por qué no combinarlo con un cuarteto de cuerdas occidental, tomando también influencia de la música clásica moderna. Estoy seguro de que esta combinación le daría un toque cinematográfico increíble al neorock.
7. Del dolor a la creación: por qué necesitamos volver a crear arte desde las tripas
El rock verdadero nunca fue decorativo, sino visceral, emocional y humano. Y eso es lo que nos falta hoy.
No necesitamos canciones complacientes, sino crudas y sinceras, con la producción potenciando la transmisión del mensaje, y no buscando la perfección. Que nos devuelvan el sentido, que nos acompañen en los días más grises, que nos arranquen el dolor y nos ayuden a curar las heridas, ¡haciéndonos sentir vivos!
En mi opinión el nuevo rock debería ir acompañado de ese deseo de conectar con otras personas, de emocionarlas e inspirarlas a través de la música.
Recuerda que en mi caso yo empecé a escribir canciones para pagar una hermosa deuda.
Por eso peleé tan duro para sacar Mister Nobody, el primer álbum de mi banda Morgenrot. Lo publiqué con licencia Creative Commons – Reconocimiento, para que otros pudieran hacerlo suyo, versionarlo, compartirlo, reutilizarlo para crear obras derivadas.
Porque he comprendido que el arte cuanto más libre y compartido más arte es.
8. Comienza el renacimiento: el primer disco de neorock
Y aquí estamos.
Con la primera tirada del LP en formato vinilo. Un álbum que no pretende sonar moderno ni clásico, sino auténtico. Una mezcla de grunge, dark folk, rock celta y post-punk, todo bien agitado con amor, locura y dolor (sublimado).
Es mi grito de expresión pura, mi ofrenda a los espíritus del rock; un testimonio de que la llama aún vive.
Si alguna vez sentiste que eras diferente, que no te comprendían, que no hallabas tu sitio… si alguna vez te salvó una canción… este disco es para ti.
Y si tú también estás componiendo desde la caja torácica, no pares, persevera, grita y publica, compártelo con todos nosotros.
Porque el rock no ha muerto. Solo necesita una nueva piel. Y tú puedes ayudar a coserla.
Vaya eso sonó terrorífico.
Me encanta.
Me despido por ahora. Salud, libertad y rock.
Miguel Bernuy